Ella...

Es impresionante cuando uno reflexiona sobre lo incondicional que es el amor. Es evidente que no hablo del amor de palabras, sino del de corazón, uno como el de Dios, por ejemplo; o el de una madre dispuesta a dar su paciencia, su bondad, y hasta su vida por sus hijos. Pensé que no iba a experimentar ese sentimiento hasta que tuviera hijos, y confieso que fui capaz de decirle a varias personas que daría todo por ellas cuando en realidad no lo sentía, hasta que llegó ella...

Su llegada a este mundo no la tengo muy clara en mi memoria; sin embargo la conozco de toda la vida, desde que nuestras mentes solo pensaban en juguetes y en imaginar mundos de colores y risas. Poco a poco fuimos creciendo y nuestros intereses fueron cambiando, dejamos los juguetes por la ropa y la imaginación la intercambiamos por una fascinación extraña que sentíamos hacia los hombres. Afrontamos muchas cosas juntas, apoyándonos en cada desafío que eso tan paradójico llamado adolescencia nos trajo, y nunca nos rendimos ante la vida, ella siempre estaba (y está) para mí y yo para ella.

Ella llegó a mi vida para iluminarme el camino, para hacerme reír y llorar, llegó para ayudarme a soñar y para recordarme que la vida es más sencilla cuando tienes a tu lado a alguien que da todo por ti. Con orgullo ahora recuerdo las veces que salíamos adelante de cada crisis y que nunca nos abandonamos. Ella es la mujer más digna de admiración que hay en el mundo, porque sabe callar lo que siente de una forma tan impresionante que a veces yo misma caigo en su sigilosa trampa. Todavía no entiendo por qué lo hace, simplemente me limito a apoyarla y a ayudarla en lo que yo pueda...

El amor es tan cabal que hoy me tocó entregar algo por ella, entregué mi esperanza a cambio de su felicidad. Estoy consciente de lo mucho que ella me quiere, ya que no me lo pidió, pero debo hacerlo, es una cuestión de amor. Prefiero mil veces sufrir yo a ver que ella se destroza el alma por algo, y que yo puedo marcar la diferencia. Es natural en el ser humano ser egoísta con las personas o cosas con las que se vincula, pero hoy me quedó una gran lección de vida, y es que pude sentir el poder del verdadero amor por una persona, un sentimiento tan puro que entrega todo, inclusive lo que ama, es un afecto tan grande que no puedo explicar y que, gloriosa y maravillosamente, pude experimentar. Es usual que cuando entregamos algo o alguien que uno atesora, uno se anega en un dolor profundo, pero estoy satisfecha porque pude hacer algo por ella, porque pude cambiar su tristeza, porque me quedó la gran satisfacción de saber que puedo dar mi vida por alguien y que no es una cuestión de palabras, sino de corazón...